Volverá a juzgar a vivos y muertos | Hoja parroquial del 15 de noviembre

DOMINGO XXXIIIº TIEMPO ORDINARIO: Prov 31, 10-31; Sal 127; 1ª Tes 5, 1-6; Mt 25, 14-30

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes (…). Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos«

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Estamos en los domingos finales del  Año Litúrgico y la Palabra de Dios quiere ponernos frente al horizonte último de nuestra existencia: nos recuerda que estamos aquí, en la tierra, de paso, que nuestra vida nos ha sido prestada para que la administremos bien porque va a llegar un día en que tendremos que dar «cuentas» de lo que hemos hecho o dejado de hacer, sobre todo y fundamentalmente, con el prójimo y los «próximos» que Dios puso a nuestro lado para que les hiciésemos el bien. Ya nos lo recordó San Juan de la Cruz: «Al atardecer de la vida, te examinarán del amor«.

            El evangelio de hoy nos invita a poner en juego todos los dones con los que Dios ha enriquecido nuestra existencia, especialmente, las virtudes teologales (la fe, esperanza y caridad), sabiendo que cuando las «negociamos», es decir, las ponemos en acción se multiplica su dinamismo santificador: la fe crece y se acrecienta cuando se comparte, se vive, se celebra y se comunica a los demás; la esperanza se ensancha cuando vivimos abiertos a la acción de Dios en la historia sin reservas y sin condiciones, y la caridad se multiplica cuando la ejercitamos a fondo perdido. La existencia vivida desde la fe, con esperanza y en la caridad redimensiona todos los resortes y fundamentos de nuestro pensar, proyectar y actuar. Sólo se vive una vez y por ello el Señor nos exhorta a «tomar nuestra vida en peso», a no vivir neciamente sino con sensatez, a no desperdiciar los «talentos» que Él nos ha dado para que los administremos bien. La parábola de hoy pone el foco en «el empleado negligente y holgazán»  al que su Señor tildará de «empleado inútil» cuyo destino será ser «echado fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes».

            Sí, nuestra vida, tu vida es muy seria, si quieres la puedes «tirar por la borda» de tus negligencias, pasotismos paralizantes y tu no implicación en las cosas y en las causas que merecen la pena. Pero la Palabra de este domingo nos recuerda que el Señor vendrá y lo hará como Salvador definitivo y Juez Supremo. Así nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica cuando explica en qué consiste este artículo de nuestra fe: «Para juzgar a vivos y muertos»: Siguiendo a los profetas  y a Juan Bautista Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).

Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. «Adquirió» este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado «todo juicio al Hijo». Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en él Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo es retribuido según sus obras y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (nn. 678-679).

Por tanto el día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia. Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.

EL CAMPANARIO

LA VIDA PASTORAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA

¡Estamos viviendo un tiempo muy difícil, “recio”, lo llamaría Santa Teresa de Jesús. El tsunami pandémico que estamos padeciendo nos ha zarandeado a todos y nos ha dejado a la intemperie de una enfermedad, no controlada de momento, de una inestabilidad laboral y social sin precedentes y de una incertidumbre que nos confina a no saber qué va ser de nosotros de hoy para mañana. Estoy convencido que el acontecimiento de esta pandemia ha tocado los resortes de nuestro modo de vida de una forma provocadora, ¡nada volverá a ser como antes! Todos tendremos que responder qué estás significando a nivel, personal, familiar, laboral, social esta pandemia en la que estamos inmersos. Los cristianos estamos también urgidos a hacer una lectura creyente de la realidad y preguntarnos qué nos ha querido decir Dios con este magno y dramático acontecimiento. De alguna forma, el Papa Francisco respondía a esta pregunta en su Meditación del 17 de Marzo: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades…”.

¡Así ha sido! ¡Nuestro estado del bienestar ha caído como un castillo de naipes, estaba fundamentado en presupuestos antropológicos e ideológicos con pies de barro y ha bastado un virus letal como el COVID 19 para poner todo patas arriba! Va a costar mucha imaginación y una gran dosis de creatividad y generosidad tanto política como empresarial, así como  caridad social, por parte de los creyentes, para levantar este país. La Iglesia, hoy más que nunca, está llamada a ser un verdadero hospital de campaña y casa del pan compartido para sanar tantos corazones desgarrados por la pérdida de familiares y amigos y la mano tendida y la cartera abierta para paliar las necesidades de muchos de nuestros parientes, amigos y conocidos que han perdido sus puestos de trabajo o han tenido que cerrar sus negocios.

La fe se comprueba en la prueba y estamos, sin duda alguna, viviendo una prueba muy fuerte que nos interpela a todos y a los cristianos también. La fe, en estos momentos es una luz que nos sostiene y fortalece en medio de la tempestad que está suponiendo la pandemia del coronavirus. En la iluminadora meditación del Papa Francisco en la entrada de la Basílica de San Pedro, él nos confirmaba en la importancia y necesidad de la fe para este momento al decir que “el comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza. Escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”.

Sinceramente, pienso que estamos llamados, todos y cada uno de nosotros, a transformar esta situación de incertidumbre, sufrimiento, dolor y de muerte en una ocasión privilegiada para repensar quienes somos y cómo queremos vivir. Hemos de sentirnos invitados a  remar en la misma dirección, convencidos de ser todos protagonistas y responsables ante los muchos desafíos que se nos presentan cada día y del fatigoso futuro que nos espera, pero estoy convencido que lo lograremos si cada uno de nosotros aporta lo mejor de sí mismo al servicio del bien común y al bien social de todos.

NOTICIAS DE NUESTRA PARROQUIA

       * COLECTA DE LA IGLESIA DIOCESANA: Con motivo de la colecta del pasado Domingo con motivo de la Jornada de la Iglesia Diocesana se recaudaron 222 Euros.

         * REUNIÓN DE LOS SACERDOTES DEL ARCIPRESTAZGO: El Jueves día 19, a través de la plataforma digital ZOOM se reúnen los presbíteros de nuestro Arciprestazgo para mantener su reunión quincenal de Formación Permanente (de 10,30h a 14h).

* SOLEMNIDAD DE CRISTO REY: El próximo Domingo día 22 celebraremos la fiesta de nuestra Parroquia. Con esta Solemnidad se concluye al Año Litúrgico. ¡Felicidades a todos! ¡Viva Cristo Rey!

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