Y el Verbo… se hizo Eucaristía | Hoja parroquial del 5 y 6 de enero

2º DOMINGO DE NAVIDAD – SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR: Eclo 24, 1-4.12-16; Ef 1, 3-18; Jn 1, 1-18

«En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad»

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En el marco del tiempo litúrgico de la Navidad, en el que seguimos celebrando gozosamente el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, la liturgia de la Palabra de hoy nos ofrece como alimento el Prólogo con el que se abre el cuarto Evangelio. El Evangelista Juan orienta nuestra mirada hacia la pre-existencia del Misterio de la Persona de Jesucristo desde Dios. Él es el Logos, la Palabra que se hará carne en el seno virginal de María en Beth-lejhem, es decir, en la Casa de Pan. El Niño-Dios ha venido a la tierra para ser el PAN DE VIDA que sacia el hambre de plenitud y de felicidad que tanto anhela el hombre en su corazón. Esta será la gran catequesis eucarística que desarrollará el evangelista Juan en el discurso del pan de vida pronunciado por Jesús en la Sinagoga de Cafarnaúm: «Es mi Padre el que os dio el pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo« (Jn 6, 32). Este es el Misterio admirable que estamos contemplando, adorando y celebrando en las solemnidades y fiestas del tiempo litúrgico de la Navidad. A la confesión joánica «y la Palabra se hizo carne» (1, 14) le podemos añadir esta otra confesión: «y la Palabra se hizo Eucaristía«. Sí, Jesús es el verdadero pan de la vida, Él nos lo ha desvelado con sus palabras: «Yo soy el pan de vida. Este es el pan de vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne para la vida del mundo» (6, 48-51). Sí, la Palabra se hizo carne, pero a su vez esta carne se nos ofrece como pan para ser alimento auténtico de vida eterna para todos aquellos que nos nutramos de él: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida» (6, 52-55).

            A la luz de esta catequesis joánica, descubrimos cómo el misterio eucarístico aparece alumbrado en Beth-lejhem (casa de pan): el pesebre es la mesa que contiene ya el Misterio Pascual encarnado en un Niño que se ofrece como el Pan de Vida para que todo aquel que lo coma y entre en comunión con Él participe de su misma vida divina: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre» (6, 56-58). El Papa emérito Benedicto XVI nos recordó que ya San Agustín había interpretado en clave eucarística el significado del  pesebre: «El pesebre es donde los animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora yace en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Es el alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia a la mesa de Dios, a la que el hombre está invitado para recibir al pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila la gran realidad en la que se cumple de manera misteriosa la redención de los hombres» (cf. La infancia de Jesús, p. 75).

EL CAMPANARIO

EVANGELIZADORES CON ESPÍRITU

El Papa Francisco, nos  recuerda en su hermosa Exhortación Apostólica Evangelii gaudium que «en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en un discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los otros. Nuestra imperfección no debe ser una excusa; al contrario, la misión es un estímulo constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir creciendo.

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto. Pero aprendamos de los santos que nos han precedido y enfrentaron las dificultades propias de su época. Para ello, os propongo que nos detengamos a recuperar algunas motivaciones que nos ayuden a imitarlos hoy» (nn. 120-121; 259-262).

NOTICIAS DE NUESTRA PARROQUIA

         + VOLUNTARIAS DE CÁRITAS: Nos reunimos el Miércoles 8 a las 12h para programar el segundo Trimestre.

         + CELEBRACIÓN PENITENCIAL: El Viernes día 9 a las 20,30h con los jóvenes y padrinos de los Confirmandos.

         + RETIRO JÓVENES DE CONFIRMACIÓN: El Sábado 10 de 10, 30h a 12, 30h nos reunimos los Confirmandos en la Sala de Pentecostés del Catecumenium para prepararnos a recibir el Don del Espíritu Santo con el Sacramento de la Confirmación. 

+ CONFIRMACIONES: El Domingo día 12  a las 13h vendrá Don Carlos, nuestro Obispo a presidir la Eucaristía donde serán confirmado un nutrido grupo de jóvenes que han venido preparándose tres años y pasarán a vivir el tiempo nuevo de la POSTCONFIRMACIÓN.


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