¿Somos la sal de la tierra? | Hoja parroquial del 9 de febrero

DOMINGO Vº TIEMPO ORDINARIO:

Is 58, 7-10; Sal 111; 1ª Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?».

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Jesús, para definir la misión que los cristianos tenemos en el mundo, nos dice que estamos llamados a ser la sal de la tierra y nos advierte de la gravedad de que la sal se pueda desvirtuar o volver insípida. ¿Por qué ha empleado esta imagen o comparación? ¿Cuáles son las propiedades de la sal? En efecto, a pesar de ser la sal un elemento conocido e imprescindible desde las civilizaciones más antiguas, –Platón la llamó “cuerpo amado por los dioses” (Tim. 60e)- habrá que esperar hasta 1807, año en que se aisló por primera vez el sodio, para llegar a aprehender su verdadera naturaleza. La SAL es un compuesto formado por dos elementos (un ácido más una base), el elemento sodio -un metal de color plateado que reacciona tan violentamente con el agua, que produce llamas cuando el sodio se moja-, y el elemento cloro-un gas de color verdoso tan venenoso, que fue usado como un arma en la Primera Guerra Mundial-. Cuando estos elementos químicos se enlazan, estas dos peligrosas substancias forman un compuesto, un cristal, el cloruro de sodio, tan inofensivo ya, que lo comemos todos los días: la sal de mesa común. En la primera monografía científica sobre el más antiguo de los condimentos, así describe Gómez Miedes la SAL [I 14,1]: » «La sal es una especie de jugo (succus) compuesto de tierra y de humor (mistus ex terra et humore), condensado por la fuerza del calor (ui caloris concretus) en sabor salado, de facultad cálida y seca (calidus et siccus), pero que puede contener en sí misma las restantes cualidades primarias, no pasivas, tan útil y necesaria para la naturaleza y la conservación de las cosas, que parece que ha sido creada completamente por inspiración divina, ora para la fecundidad de los seres vivos, ora para su salud y el disfrute de la vida».

Entre las numerosas propiedades de la sal podemos resaltar su función de condimento para los guisos y las comidas, su valor purificador (sales curativas), su virtud desinfectante y su dimensión deshidratadora. En algunos períodos de la historia ha sido tan valorada que hasta se pagaba con sal (de ahí el vocablo salario para designar la retribución económica al del trabajador). Así pues, si nos acercamos a estas propiedades, podemos descubrir, también nosotros, nuestra misión pastoral:  como la sal es la que da sabor a los alimentos, los cristianos estamos llamados a dar el verdadero sabor a los acontecimientos que vivimos sazonándolos a  través de la cruz, por medio del amor. La sal es el símbolo de la cruz gloriosa, de la sabiduría de la cruz que nos da la capacidad para aceptar y entrar en el sufrimiento en la vida de todo cristiano. La cruz purifica las intenciones del corazón, protege el don inestimable de la fe y conserva, por medio de virtud cardinal de la fortaleza, el don de la paz en el corazón. Jesús nos profetiza: «Todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; más si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonarán? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros» (Mc 9, 49-50). Que es lo mismo que decir: Saboread, cada día, la cruz y ella os dará a gustar la fortaleza de Dios.

EL CAMPANARIO

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXVIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2020

<<Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré >> (Mt 11,28)

 <<Las palabras que pronuncia Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28) indican el camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre. ¡Cuántas personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a todos que acudan a Él, «venid a mí», y les promete alivio y consuelo. «Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos, pecadores, marginados… del peso de la ley del sistema social opresivo… Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra, ¡una palabra que daba esperanza!» (Ángelus, 6 julio 2014).

En la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, Jesús dirige una invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que, heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados. Jesucristo, a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su misericordia, es decir, su persona salvadora. Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en su vida para experimentar la ternura.

¿Por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? Porque él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre. Efectivamente, sólo quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros. Las formas graves de sufrimiento son varias: enfermedades incurables y crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de la vejez… En estas circunstancias, a veces se percibe una carencia de humanidad y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar, para una recuperación humana integral. Durante la enfermedad, la persona siente que está comprometida no sólo su integridad física, sino también sus dimensiones relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual; por eso, además de los tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor. Por otra parte, junto al enfermo hay una familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía…>>.

VISITA A LOS ENFERMOS

            Todos los Viernes, a partir de las 11h de la mañana nuestros ministros extraordinarios de la Comunión visitan semanalmente a los enfermos y ancianos que lo solicitan. Con ellos va Jesús que consuela y conforta a cuantos le reciben. ¡No privéis a nuestros enfermos y ancianos del consuelo de la Palabra de Dios y los Sacramentos (Confesión, Eucaristía y Unción)! Avisadnos y os visitaremos.

NOTICIAS DE NUESTRA PARROQUIA

        + TALLER DE MAYORES: El Martes día 11 de Febrero, Don Juanjo hablará del Sacramento de la Unción: caricia de Dios a nuestros cuerpos enfermos y debilitados.

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