«¡Lázaro, sal afuera!» | Hoja parroquial del 29 de marzo

DOMINGO Vº DE CUARESMA: Ez 37, 12-14; Sal 129; Rom 8, 8-11; Jn 11, 1-45

«Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Dijo Jesús: Quitad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? «

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Todos llevamos un muerto escondido dentro de nosotros mismos: el hombre viejo al que hemos de dejar sepultado durante esta Cuaresma y al que Jesucristo viene a resucitar con su Pascua. Algunos no lo saben y ya hace mucho tiempo que vienen oliendo mal sin que apenas se den cuenta. También a ellos, como al Lázaro muerto, les separa de la realidad una losa que oculta el verdadero drama existencial en el que viven inmersos. Esta losa es nuestro orgullo y soberbia que nos impide reconocer que somos realmente pecadores y que son nuestros pecados los que nos sumergen en la muerte más profunda de nuestro ser. En efecto, son los pecados los que nos sepultan en la muerte y nos quitan la vida divina del alma. Por eso, hoy  viene Jesucristo a nuestro encuentro, para sacarnos de la muerte e invitarnos a participar del banquete de la Vida. Esto es lo que celebramos cada Domingo, «día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos hace partícipes de su vida inmortal«. Tú, ¿tienes vida divina, celeste, inmortal dentro de ti o no? Si no la tienes es que estás muerto, y un muerto, no se puede dar la vida a sí mismo. ¿Cómo podrás salir de la tumba en la que te han sepultado tus pecados? Solo hay un modo de hacerlo, ¡confesándolos y pidiendo perdón!. El «olor» que desprendes es proporcional al tiempo que llevas sin lavar-confesar tus pecados.

San Pablo nos recuerda lo que ha acontecido en nuestro Bautismo: «Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la Gloria del Padre, así también nosotros vivamos una nueva vida» (Rom 6,4). Y, más adelante añade: «Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él, su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, más su vida es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (vv. 8-11). Es decir, por medio del Bautismo, hemos sido injertados sacramentalmente en el Cuerpo glorioso de Jesucristo, participamos, ya, por la fe, de su Vida divina, celeste e inmortal por medio del Espíritu Santo que hemos recibido, de ahí que San Pablo nos diga que «si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros» (Rom 8, 11).

El Lázaro muerto y sepultado somos tú y yo hoy, y necesitamos escuchar la voz de Aquel que se presenta a sí mismo diciendo: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?«. A un enfermos sólo puede curarlo un médico, a un esclavo sólo puede liberarlo un hombre libre, a un preso sólo puede sacarlo de la cárcel el permiso de un juez, a un muerto sólo puede devolverle la vida Aquel que tiene las llaves de la muerte y que sepamos, hayamos oído a lo largo de la historia, sólo de Jesucristo se dice, anunciar, testifica, proclama y cree que haya salido del sepulcro y esté…¡Vivo! es el Divino Viviente y lo es para darnos a participar de su misma vida a nosotros, hombres, mortales, finitos, caducos y contingentes que caminamos por la vida con «nombre como de quien vive, pero estamos muertos» (Ap 3, 1). ¡Ojalá! escuchemos hoy la voz de Jesús que nos dice: «¡Lázaro, sal fuera!»

EL CAMPANARIO

“Los cristianos debemos seguir siendo sembradores de esperanza, paz y alegría”

Los obispos de la Subcomisión episcopal de Familia y Defensa de la Vida, ante la situación de pandemia del coronavirus, han emitido una nota complementaria a su mensaje para la Jornada por la Vida que se celebra el 25 de marzo. “En las actuales circunstancias, los cristianos debemos seguir siendo en nuestro entorno -con nuestra palabra y ejemplo- sembradores de esperanza, paz y alegría”, indican en ella.

 Ante la situación de pandemia por el coronavirus, los obispos de esta subcomisión han añadido una nota complementaria al mensaje para esta Jornada por la Vida que ya habían hecho público. “La celebración de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo tendrá este año una motivación especial”, afirman. Y recuerdan que “hay una razón para no perder la alegría profunda y la esperanza: “El Señor está contigo”.  “El Señor sigue estando entre nosotros -continúan-  y en este tiempo nos sigue llamando a vivir como creyentes. En días de dolor, muerte y miedo como éstos, los cristianos debemos recordar que estamos en las manos de un Dios que es Padre capaz de sacar cosas buenas también de lo peor e, incluso, del mal objetivo. En las actuales circunstancias, los cristianos debemos seguir siendo en nuestro entorno –con nuestra palabra y ejemplo- sembradores de esperanza, paz y alegría”.

Vivir este tiempo ‘con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad’

Y recuerdan las palabras pronunciadas por el Papa Francisco el pasado 8 de marzo, “debemos vivir esta crisis sanitaria y humana ‘con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad’. En la Jornada por la Vida, todos, como Cuerpo de Cristo, somos invitados a ser sembradores de esperanza”.

Los obispos se dirigen a las familias, “estáis invitadas a ser sembradoras de esperanza, construyendo y viviendo la Iglesia doméstica. Ahora, con el confinamiento, podemos vivir a fondo ese misterio y tal vez sea una oportunidad de recuperarlo en toda su grandeza. La Iglesia está en casa, en el hogar, en la familia y ahora más que nunca es “Iglesia Doméstica”. De un modo especial en estos días podemos aprender a descubrir a Dios en cada hogar, y darnos cuenta de que juntos formamos ese Sacramento precioso que es la Iglesia y, mientras haya quien rece en nombre de Jesús, la Iglesia está ahí y Dios en ella”.

E invitan a las familias a cultivar la oración y practicar la misericordia: “es momento de orar juntos, de esforzarnos y hacer sacrificios que, ofrecidos a Dios, serán una penitencia saludable. Es momento de cuidarnos unos a otros y de practicar la misericordia (empezando por esa maravillosa obra de misericordia que nos llama a “sufrir con paciencia los defectos del prójimo”) dentro de la familia y con los más cercanos. Es tiempo de poner en el centro de nuestra casa la liturgia de la Iglesia Doméstica. Es una maravillosa oportunidad animaros a todos a recuperar costumbres que el mundo ajetreado actual nos ha robado: el Rosario en familia, hacer juntos una oración en la mañana, el Ángelus a mediodía, la oración antes de dormir. Hay una oración maravillosa a la Virgen que el Papa ha compuesto para pedirle que nos libre de este mal y que debemos hacer juntos todos los días”.

Los obispos recuerdan las diferentes plataformas que pueden ayudarnos para sostener en esta situación nuestra fe: “En la liturgia de la Iglesia Doméstica las televisiones, radios y plataformas digitales, pueden ser una ayuda que, aunque no podrán nunca sustituir la riqueza del encuentro personal con el Señor, sí son medios que nos pueden servir para sostener nuestra fe. Y, sobre todo, no olvidaros que toda la vida contemplativa de la Iglesia se une a vosotros sembrando esperanza y os acompañan en la oración desde la vida oculta de Nazaret”.

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