Bautizados = Hijos de Dios [Hoja parroquial del 13 de enero]

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR:

Is 42, 1-7; Sal 28; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16

HP-del-13-de-Enero-de-2019

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“En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto«.

El bautismo de Jesús en el Jordán inaugura el tiempo mesiánico para que el que estaba  profetizado una efusión de Espíritu Santo sobre toda carne, sin medida. La entrada de Jesús en las aguas de la muerte del Jordán (en el lugar más depresivo de toda la tierra) prefigura su entrada en la muerte con nuestra naturaleza, asumida en su Encarnación, para destruir la muerte y su aguijón, el pecado, y devolvernos la Vida Eterna como el don de la Resurrección para el Hombre Nuevo que nace del agua y del Espíritu Santo. En el Bautismo encontramos el genoma de todo cristiano: su elección divina, su redención gratuita, su adopción filial, su naturaleza celeste, su vida inmortal, su vida eterna.

El bautismo no se opone a la fe, sino que la acompaña y la expresa en el plano sensible por el eficaz simbolismo de su rito. Por eso, san Pablo les atribuye los mismos efectos. La inmersión (sentido etimológico de bautizar) en el baño del agua sepulta al pecador en la muerte de Cristo, de la que sale por la resurrección con él como nueva criatura, hombre nuevo, miembro del Cuerpo único animado del único Espíritu. Esta resurrección,  que no será total y definitiva más que la fin de los tiempos, se realiza desde ahora por una vida nueva según el Espíritu. Además del simbolismo más especialmente paulino de muerte y resurrección, este rito primordial de la vida cristiana, es presentado en el NT como un baño que purifica, como un nuevo nacimiento, como una iluminación. He aquí como describe el Catecismo de la Iglesia Católica los efectos de la gracia que nos proporciona el bautismo: «Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch 2,38; Jn 3,5). Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.  No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien «el que legítimamente luchare, será coronado» (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515). La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que : — le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales; — le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.

DESDE EL CAMPANARIO

EVANGELIZAR A LOS BAUTIZADOS

Esta es una de la tareas más prioritarias de la Iglesia en todos los tiempos.

            La misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo.  Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia, como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano. La necesidad de evangelizar a los adultos bautizados viene dejos, ya los obispos europeos en el 2003, afirmaban que «es  necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados porque muchos bautizados no saben qué es el cristianismo, viven como si Cristo no existiera y, por ello, la tarea por hacer no será tanto bautizar a los nuevos convertidos, como guiar a los bautizados a converirse a Cristo y a su Evangelio» (cf. Ecclesia in Europa, nº 47). Más aún, ya en 1968 el prestigioso teólogo Casiano Floristán, llegó a profetizar el siguiente diagnóstico: «Las comunidades cristianas básicas del futuro, constituidas por un número reducido de fieles, sólo podrán ser sostenidas y desarrolladas a través de una seria iniciación cristiana. Nuestras actuales asambleas languidecen porque no están formadas por verdaderos fieles, es decir cristianos que han superado las etapas clásicas del precatecumenado, catecumenado y neofitado. En la Iglesia primitiva se bautizaba a los convertidos; hoy tenemos que convertir a los bautizados. Con todo, el tratamiento pastoral catequético con adultos convertidos, sean no bautizados o bautizados, parece ser fundamentalmente idéntico: necesitan un catecumenado» (Cf. El Catecumenado actual, pp. 534 y 550).

            Y el Papa Francisco nos ha recordado que en virtud del bautismo recibido todo bautizado está llamado a ser misionero: «En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?» (cf. Evangelii gaudium, 120).

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NOTICIAS DE LA PARROQUIA

            + TIEMPO ORDINARIO: Con la Fiesta del Bautismo del Señor, hemos terminado el tiempo litúrgico de la Navidad e iniciamos el tiempo ordinario.

            + TALLER DE MAYORES: El Martes día 15 nos visita nuestro «médico de cabecera», Don Nacho González que impartirá una charla sobre «Las patologías crónicas de los ancianos« en el   Catecumenium de 17,15h a 18,30h.         

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