La Ascensión es para la misión [Hoja parroquial del 2 de junio]

«Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto. Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo)».

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   Estamos ya en el entretiempo del ya pero todavía más: ya podemos experimentar la salvación y la vida nueva en Cristo, pero todavía más, cuando Él se manifieste porque le veremos tal cual es y comprenderemos el misterio profundo y, a la vez, divino de nuestra historia. “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros recibiréis la fuerza para ser mis testigos hasta los confines del mundo” (Hch 1, 7-8). Esta es la misión que Jesús nos ha confiado a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado” (Mc 16, 15-16). No hay tiempo que perder, la Iglesia existe para evangelizar (EN, 14) y evangelizar significa anunciar a los hombres de hoy el Amor de Dios manifestado en Jesucristo que ha dado su vida por todos y cada uno de los seres concebidos para vivir como hijos de Dios. Esta vida nueva nos es regalada gratuitamente en la Iglesia, que es la depositaria de las gracias de Dios que senos dan a través de los sacramentos, signos de la cercanía y de la presencia de Jesús para con nosotros: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Es tan desbordante la experiencia de encuentro con Jesús a través del anuncio del Evangelio, que Pablo pide al Padre de la Gloria que nos “de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos” (Ef 1, 17-19).

El Papa Benedicto XVI define este tiempo de evangelización, en Jesús de Nazaret II, como el  tiempo de los paganos. Basándose en Mt 24, 14 y Mc 13, 10, sostiene que “desde el punto de vista del contenido, se ve claramente que los tres Sinópticos saben algo de un tiempo de los paganos: el fin del mundo sólo puede llegar cuando se haya llevado el Evangelio a todos los pueblos. El tiempo de los paganos –el tiempo de la Iglesia de los pueblos del mundo, no es una invención de Lucas; es patrimonio común de la tradición de todos los Evangelios (…). En este sentido, la urgencia de la evangelización en la generación apostólica no está motivada tanto por la cuestión sobre la necesidad de conocer el Evangelio para la salvación individual de cada persona, cuanto más bien por esta gran concepción de la historia: para que el mundo alcance su meta, el Evangelio tiene que llegar a todos los pueblos. En algunos periodos de la historia la percepción de esta urgencia se ha debilitado mucho, pero siempre se ha vuelto a reavivar después, suscitando un nuevo dinamismo en la evangelización”(p. 57). Es interesante al respecto, llamar la atención, como lo ha hecho el Papa Benedicto XVI, para este tiempo de evangelización, que él denomina el tiempo de los paganos o, también, la hora de los gentiles. Analizando los textos sinópticos de Mt 24, 14: “Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin” (Mc 13, 10 y Lc 21,24). Todavía, quedan millones de personas por conocer el Evangelio, sobre todo en Asia y China. La evangelización está, aún, en sus comienzos.

EL CAMPANARIO

EVANGELIZADORES CON ESPÍRITU

A esto nos invita el Papa FRANCISCO en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, a ser evangelizadores con espíritu apasionado y, para poder serlo, necesitamos pedir al Padre que nos envíe el Don del Espíritu Santo a nuestros corazones. Reflexionemos estos hermosos números dedicados a explicar en qué consiste ser evangelizadores con espíritu: “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.

 Cuando se dice que algo tiene «espíritu», esto suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. ¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora. Antes de proponeros algunas motivaciones y sugerencias espirituales, invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos.

 Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad” (nn. 259.261-262)

Noticias de la parroquia

            + TALLER DE MAYORES: El Martes día 4 tendremos el último encuentro de este Curso con la proyección de una película.

+ RESPONSABLES CAMPAMENTO GIL-GARCÍA: “Nos reunimos el Martes día 4 a las 12 en el Catecumenium.

                +  El día 8 a las 21h.: SOLEMNE VIGILIA DE PENTECOSTÉS con la que clausuraremos el tiempo litúrgico de la Pascua.  El tiempo pascual concluye en el quincuagésimo día, con el domingo de Pentecostés, conmemorativo de la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles (cf. Hech 2,1-4), de los comienzos de la Iglesia y del inicio de su misión a toda lengua, pueblo y nación. Es significativa la importancia que ha adquirido, especialmente en la catedral, pero también en las parroquias, la celebración prolongada de la Misa de la Vigilia, que tiene el carácter de una oración intensa y perseverante de toda la comunidad cristiana, según el ejemplo de los Apóstoles reunidos en oración unánime con la Madre del Señor. Exhortando a la oración y a la participación en la misión, el misterio de Pentecostés ilumina la piedad popular: también esta «es una demostración continua de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Éste enciende en los corazones la fe, la esperanza y el amor, virtudes excelentes que dan valor a la piedad cristiana. El mismo Espíritu ennoblece las numerosas y variadas formas de transmitir el mensaje cristiano según la cultura y las costumbres de cualquier lugar, en cualquier momento histórico» (cf. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, nº 156).

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