Domingo de la Divina Misericordia | Hoja parroquial del 11 de abril

«A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás. Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente«

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«El día primero de la semana«. Estamos celebrando la fiesta de la resurrección del Señor, a la que nos hemos preparado durante cuarenta días (la cuaresma), y que celebramos durante cincuenta (la cincuentena pascual), que culmina con el regalo que Jesucristo resucitado hace a su Iglesia y a todos nosotros: su Espíritu, Pentecostés. Este regalo de su Espíritu también lo encontramos en el «día primero» de la semana que inaugura el nuevo tiempo de Dios. Tiempo en el que no caben los miedos y las fugas porque Jesucristo resucitado se hace presente, viene con iniciativa irresistible aun «estando las puertas cerradas, por miedo a los judíos«.

Paz a vosotros«. Es el saludo de Jesucristo resucitado a los suyos. El saludo que repite el Presbítero, el hermano que en la comunidad parroquial preside, en el Nombre del Señor  la Eucaristía. Pero no sólo es un saludo, es también un don, un regalo. La paz de Dios que no es sólo la ausencia de guerras, de malos tratos, de rencores y envidias, de falta de respeto a los derechos del hombre. Es mucho más. Ya en el Antiguo Testamento, la Paz de Dios quería decir la comunicación al hombre de la salvación de Dios; comunión con los hermanos en la justicia y el amor. Precisamente por esto, la «paz de Dios» era esperada para el momento de la venida del Mesías, y así liberar definitivamente a su pueblo. El saludo pascual de Jesucristo resucitado nos dice que este tiempo ya ha llegado. El ofrece la paz, porque por medio de El, y creyendo en El, es posible la experiencia de la alianza, de la intimidad con el Señor; la experiencia constante del amor tierno y esponsal de Dios; es posible la comunión fraterna, que es reflejo de la comunión con Dios. Jesucristo resucitado nos da la paz porque nos da el Espíritu Santo, que es Aquel que nos introduce cada día, en la comunión con el Padre por medio de la fe, y en la comunión con los hermanos por medio de la caridad.

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor«. La alegría es también un don, un regalo de Jesucristo resucitado. Es el saludo de Jesucristo resucitado a sus discípulos, en el evangelio de Mateo. Alegría que nace de la experiencia profunda del Resucitado, y que se comunica rápidamente a los demás, como hicieron las mujeres a los discípulos de Emaús. Alegría y gozo profundo y sereno que debería palparse en nuestras comunidades cristianas, e irradiarse en nuestra sociedad.

Recibid el Espíritu Santo«. Jesucristo resucitado es el Apóstol del Padre, el enviado del Padre. Y como Él ha sido enviado por el Padre, envía a sus apóstoles y discípulos; a nosotros también, por medio del sacramento del bautismo y la confirmación. Y «exhaló su aliento sobre ellos«, como en la primera creación lo hizo con el hombre y lo hizo un ser viviente, o cuando el Señor ordena a Ezequiel que invoque al Espíritu y reúna «todos los huesos», su pueblo disperso, y lo haga otra vez su pueblo. Jesucristo resucitado aparece hoy como el Señor Dios creador que «exhala su aliento» que es el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y suyo, para regenerar a toda persona, para anunciar y comunicar el perdón de los pecados, el jubileo, la amnistía de todo mal y de todo pecado. El «cenáculo» fue el lugar de la manifestación y experiencia de Jesucristo resucitado, del «Don» del Espíritu, del regalo de la paz y el perdón y la amnistía. Durante la cincuentena pascual somos invitados a dar testimonio público de la Resurrección de Jesucristo, con valentía, intrepidez y sin vergüenza, ‘TESTIGOS DE LA MISERICORDIA DIVINA!

EL CAMPANARIO

LA CINCUENTENA PASCUAL

El tiempo de Pascua –la cincuentena pascual- es, en el conjunto del año litúrgico, el tiempo fuerte por excelencia. Celebrar el año cristiano, colocando su culminación en estos cincuenta días de alegría, responde muy bien al carácter fundamental del mensaje cristiano, que es anuncio de alegría y de liberación. Mucho antes de que existiera la Cuaresma y los otros tiempos litúrgicos, la comunidad cristiana celebró ya la cincuentena de alegría; quien durante estos días no expresara su gozo (por ejemplo, hiciera ayuno o rezara en actitud de penitencia) era considerado como extranjero al pueblo cristiano, es decir, se le consideraba como quien no ha captado en qué consiste el Evangelio.

La primera característica de la cincuentena pascual es la alegría. A través de ella, estos cincuenta días vienen a ser como una profecía o imagen definitiva del reino futuro, del reino acabado.

La segunda característica, muy propia de estos días, es que en conjunto forman una única solemnidad. La Pascua, en efecto, no es sólo el domingo, sino el conjunto de los cincuenta días. En esta misma línea hay que situar también el domingo de Pentecostés: no se trata de una nueva fiesta –la Pascua del Espíritu, sino que es el día conclusivo de la fiesta. De ahí, que el Cirio Pascual que ha iluminado todas las celebraciones de la cincuentena pascual, al finalizar la Solemnidad de Pentecostés, se apague este día y se coloque junto al bautisterio.

Santa María Faustina Kowalska (Apóstol de la Divina Misericordia)

Nació en Glogowiec en 1905, cerca de Cracovia, en Polonia. Unas pocas semanas antes de su vigésimo cumpleaños, entró a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Misericordia, adoptando el nombre María Faustina. En 1928 tomó los votos definitivos como monja.

El comienzo de la devoción a la Divina Misericordia
El 22 de Febrero de 1931, tuvo una visión de Jesús en el pueblo de Plock, Polonia. Sor Faustina relata en su diario lo que Nuestro Señor le dijo de esta manera: «Pinte una imagen de acuerdo a esta visión, con las palabras‘Jesús, en Vos confío’ Yo deseo que esta imagen sea venerada, primero en tu capilla y luego en el mundo entero.» «Yo prometo que, el alma que venere esta imagen, no perecerá. También prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, especialmente a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé con mi propia Gloria.» «Los dos rayos indican Agua y Sangre. El rayo pálido significa el Agua que hace las almas justas. El rayo rojo significa la Sangre que es la vida de las almas.» «Estos dos rayos salieron de las profundidades de Mi tierna Misericordia, cuando Mi corazón agonizado fue abierto por la lanza en la Cruz.»

A partir de 1931, Faustina, tuvo una serie de revelaciones de Jesús. Todas ellas las escribió en su diario de más de 600 páginas. Durante casi 20 años, estuvo prohibida la devoción a la Divina Misericordia. Desde el 15 de abril de 1978, la Santa Sede permitió la práctica de esta devoción. Sor Faustina murió de tuberculosis, el 5 de octubre de 1938, en Cracovia. Sus restos mortales yacen en la capilla del convento bajo la milagrosa imagen de la Divina Misericordia, fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000 por S. S. Juan Pablo II y se pidió que el segundo domingo de Pascua estuviera dedicado celebrar y contemplar  la Divina Misericordia.

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