Evangelizar a los gentiles [Hoja parroquial del 12 de mayo]

DOMINGO 4º DE PASCUA: Hch 13, 14.43-52; Sal 99; Ap  7,9. 14b-17; Jn 10, 27-30

«En aquel tiempo, dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera  a todos y nadie las arrebatará de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

HP-del-12-de-Mayo-de-2019

El Evangelio de Jesucristo, la BUENA NUEVA de la Resurrección es para todos  los pueblos, para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares. Jesucristo, como Buen Pastor, ha dado su vida, ha derramado su sangre para perdonar los pecados de todos los hombres. Si del Misterio Pascual hemos comprendido que, de nuestro rechazo del Señor, el Padre ha hecho surgir para toda la humanidad el triunfo victorioso de su Hijo sobre el pecado y la muerte; de la resistencia a acoger el Evangelio como Buena Noticia, por parte del pueblo elegido (los judíos), Dios ha abierto la posibilidad de que todas las naciones (los gentiles) se conviertan, en los primeros beneficiarios de la gracia de la salvación que trae consigo la aceptación del anuncio del Kerygma, proclamado por San Pablo tal y como él lo refiere en Hech 13, 46-47: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: ´Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra`».

            En efecto, la Iglesia de ayer, de hoy y de siempre tiene confiada, por Jesús resucitado, la tarea de evangelizar el mundo: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20). La Iglesia, pues, como nos ha recordado el Concilio Vaticano II, debe hacer propios «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (…). Es toda la humanidad, la que es destinataria del Evangelio: «Por ello, el Concilio Vaticano II, se dirige ahora no sólo a los hijos de la Iglesia católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres, con el deseo de anunciar a todos cómo entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el mundo actual. Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación». Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de las explicaciones que van a seguir. No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido»  (Gaudium et spes, nnº 1-3). Esta es la misión pastoral de la Iglesia.

EL CAMPANARIO

EL ATRIO DE LOS GENTILES

En el año 20-19 a.C., el rey Herodes inició grandes obras de renovación y casi de reconstrucción del templo de Jerusalén, el segundo templo que había sido construido después del exilio. Además de las áreas reservadas a los miembros del pueblo de Israel (hombres, mujeres, sacerdotes), en dicho templo había un espacio en el que todo el mundo podía entrar: judíos y no judíos, circuncidados y no circuncidados, miembros y no miembros del pueblo elegido, personas entendidas en la Ley y personas no entendidas. En ese espacio se reunían rabinos y maestros de la ley dispuestos a escuchar las preguntas de la gente sobre Dios y a contestarlas mediante un intercambio respetuoso y compasivo. Este era el atrio de los gentiles o paganos, en latín el atrium gentium, un espacio que todo el mundo podía recorrer y permanecer sin distinción de cultura, lengua o confesión religiosa. Era un lugar de encuentro y diversidad.

De este lugar viene la inspiración del Papa emérito Benedicto XVI en su célebre  Discurso a la Curia romana, 21 de Diciembre de 2009 en el que, entre otros pensamientos, decía lo siguiente: «Pienso que para nosotros, creyentes, es muy importante que sean acogidos toda las personas que se declaran agnósticos o ateos. Cuando hablamos de una nueva evangelización, es posible que estas personas se alarmen. No quieren sentirse objeto de una misión ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero, no obstante, la cuestión sobre Dios también está presente en ellos aunque no quieran percibir el carácter concreto de su atención hacia nosotros. En París hablé de la búsqueda de Dios como causa fundamental del nacimiento del monaquismo occidental y, al mismo tiempo, de la cultura occidental. Debemos cuidar que el hombre no deje de lado la cuestión de Dios como pregunta esencial de su existencia. Debemos procurar que acepte esta pregunta y la nostalgia que tras ella se esconde. Recuerdo una palabra que Jesús recoge del profeta Isaías cuando dijo que el templo debía ser una casa de oración para todos los pueblos (ver Isaías 56,7; Marcos 11,17). Pensaba que decimos «casa de oración» para todas las naciones, lo cual libera de actividades exteriores para dejar espacio libre para los paganos que quieren orar a su Dios único allí mismo, aunque no puedan participar en el misterio, al cual estaba reservada la parte más interior del templo. Un espacio de oración para todos los pueblos-personas que sólo conocen a Dios, como si dijéramos, de lejos. No acaban de estar satisfechos de sus dioses, de sus ritos y de sus mitos, y desean lo santo y grande aunque para ellos Dios siga siendo el Dios desconocido (véase Hechos de los Apóstoles 17,23). Deberían poder orar al Dios desconocido, entrar en relación con el Dios verdadero, a pesar de las zonas de sombra de todo tipo. Pienso que también la Iglesia debería abrir una especie de «atrio de los gentiles» donde los hombres pudiesen, en cierta manera, acercarse a Dios sin conocerlo y antes de haber encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Actualmente hemos de añadir al diálogo con las religiones, el diálogo con quienes son extraños a toda religión, para los cuales Dios es desconocido y que, sin embargo, no quisieran quedarse sin Dios sino poder acercarse a él al menos como desconocido.

 Para llevar adelante esta iniciativa, el Pontificio Consejo de la Cultura  viene impulsado en distintas diócesis, lo que se ha venido en llamar «el Atrio de los gentiles». Este es un lugar de encuentro y de diálogo, un espacio de expresión para quienes no creen y para los que se hacen preguntas sobre su fe; una ventana abierta al mundo, a la cultura contemporánea y a las voces que en estos ámbitos resuenan. La GRAN MISIÓN que estamos alentando, en estos domingos de Pascua, en la Plaza de Los Bandos de Salamanca, se sitúa en este horizonte de nueva evangelización, donde hemos dado un salto de más: PASAR DEL ATRIO DE LOS GENTILES AL ÁGORA DE LOS PAGANOS que son sus plazas y sus calles, donde pasean y se encuentran. También, estos espacios urbanos, son lugares de encuentro con el Señor. Sí, lo estamos viendo.

NOTICIAS DE NUESTRA PARROQUIA

+ GRAN MISIÓN: Durante los domingos de Mayo y el primero de Junio, la Parroquia de Cristo Rey se encuentra en estado de misión pascual.  Un buen grupo de feligreses de la Parroquia, en colaboración con otros de la Parroquia de San Juan Bautista, San Martín y Sancti Spiritus estamos llevando adelante la  GRAN MISIÓN en la Plaza de Los Bandos de Salamanca de 18 a 20h de la tarde. Son seis encuentros, en los que se está anunciando a Jesucristo Vivo, hoy, en su Iglesia, en nosotros los cristianos, que somos los miembros de su Cuerpo Glorioso y Resucitado. Está siendo una oportunidad de gracia, ¡siempre que se anuncia el Evangelio!, siendo conscientes de que cuando se anuncia a Jesucristo, la fe personal crece dentro de nosotros.  ¡Animaos! ¡Acudid!

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