Jesucristo, camino, verdad y vida | Hoja parroquial del 10 de mayo

5º DOMINGO DE PASCUA: Hch 6, 1-7;  Sal 32; 1ª Pe 2, 4-9; Jn 14, 1-12.

«Tomás le dice: Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y la habéis visto».

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«En el tiempo pascual los cristianos confesamos a Jesucristo como el único CAMINO que nos conduce a la Vida en plenitud que llamamos ETERNA porque Él, destruyendo la muerte, ha abierto definitivamente el horizonte de eternidad hacia donde se encamina la humanidad y la el destino personal de cada hombre y mujer que viene a este mundo. Es lo que afirmó con toda solemnidad el Concilio al decir: «Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época» (nº 10).

            Jesucristo, no sólo es el Camino a través del cual nos encontramos con Dios Padre, sino que a través de Él llegamos a conocer la VERDAD de lo que somos y la finalidad última de nuestra existencia. He aquí otro texto conciliar que ilumina esta afirmación: «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona. El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado.

Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En El Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por (Gal 2,20). Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido» (nº 22).

EL CAMPANARIO

Cáritas advierte cómo crece la brecha educativa en la infancia y adolescencia vulnerables

La desigualdad educativa se dispara en los hogares en exclusión social, donde a la precariedad económica se suman barreras tecnológicas.

 Los efectos sociales causados por la crisis del coronavirus y las condiciones de confinamiento decretadas dentro el estado de alarma está multiplicando las dificultades de acceso a derechos básicos de las personas en situación más vulnerable. Es el caso de la educación de los niños y adolescentes que viven en hogares en situación de exclusión social, donde Cáritas está detectando un aumento de la brecha educativa.

En esos núcleos familiares, a las graves limitaciones derivadas de la precariedad económica de los progenitores y de las condiciones de habitabilidad de las viviendas, se añaden la incapacidad de acceso tecnológico de los hijos en edad escolar para poder realizar un seguimiento de la actividad escolar a distancia.

Cabe recordar que la transmisión de las situaciones de vulnerabilidad y exclusión, y las posibilidades, por tanto, de estar en riesgo de pobreza disminuyen en la medida en la que aumenta el nivel educativo de los padres y madres. De ahí la grave preocupación que supone el hecho real de que la brecha educativa que ya vivían antes de la crisis del coronavirus los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad o exclusión social, se esté agudizando ahora en las circunstancias de aislamiento y la suspensión de las actividades docentes.

Constataciones detectadas por Cáritas

Si ya antes del confinamiento algunas familias acompañadas por Cáritas no tenían una conciencia profunda sobre “la importancia” de ir a la escuela, ahora ven más remota la importancia de la educación para la vida de sus hijos e hijas, sobre todo cuando las situaciones de precariedad económica y social les consume gran parte de sus esfuerzos diarios. En gran parte de los hogares en situación de vulnerabilidad se notan más las desiguales capacidades de los progenitores para acompañar en los procesos educativos de sus hijos e hijas, debido tanto los niveles educativos y formativos, como por las preocupaciones socioeconómicas y la carencia de habilidades parentales.

A esta situación de partida, se le une en estos momentos el impacto del estrés emocional provocado por la situación de confinamiento y que afecta en mayor medida a las familias más vulnerables y sin recursos tanto materiales como de actitudes. La precariedad de las necesidades básicas son una fuente de estrés emocional para estas familias, dado que las dificultades para poder llevar alimentos al hogar o no poder pagar el alquiler o los recibos domésticos, las desgasta y les resta tiempo para poder estar junto a sus hijos.

Estas situaciones se agravan en los hogares monoparentales encabezadas por mujeres o en familias numerosas, donde los obstáculos generados por el confinamiento se acumulan y generan conflictos de convivencia ante los que muchos de los padres y madres que están solicitando el apoyo de Cáritas no saber cómo actuar. Para ellos no es fácil aprender a tener “paciencia sostenida en el tiempo”, en lugar de buscar la inmediatez, siempre tan presente en nuestras vidas.

A la desigualdad educativa se suma la brecha tecnológica, creada no sólo por la ausencia de ordenadores o impresoras en casa y el consiguiente acceso a internet, sino también por una falta de cultura tecnológica en la familia. Desde Cáritas, somos conscientes de la importancia que tiene el acceso de las familias a estos medios digitales, no solo para garantizar el acompañamiento escolar a distancia sino también para romper su aislamiento social y mantenerlas conectadas con el entorno, ampliando su participación social a través de los nuevos canales y espacios virtuales de comunicación social.

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