Guiados por el Espíritu Santo [Hoja parroquial del 10 de marzo]

DOMINGO Iº DE CUARESMA: Dt 26, 4-10; Sal 90; Rom 10, 8-13; Lc 4, 1-13

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“En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo«.

Iniciamos la Santa Cuaresma 2019 guiados por el Espíritu Santo que nos conduce al desierto, como a Jesús, para vivir cuarenta días de profunda renovación espiritual, personal, eclesial y pastoral. ¡Todos debemos estar dispuestos a dejarnos convertir el corazón por Él, el Espíritu Santo! Porque sólo los que dejan guiar por Él son hijos de Dios, como nos recuerda San Pablo en la Carta a los Romanos: “en efecto, todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios; el que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece” (8, 14 y 9). Esta invitación a  mirar al Espíritu Santo nos la recomienda el Concilio Vaticano II al decirnos que es Él  «quien guía la Iglesia a toda la verdad, la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos. Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (Apoc 22, 17). Y así toda la Iglesia aparece como ´un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo`» (cf. Lumen gentium, nº 4).

El primer fruto que el Espíritu Santo desea que aparezca en el corazón del hombre, es la conversión, es decir el reconocimiento de que Dios es Padre, un buen Padre que siempre nos está esperando para darnos un abrazo de perdón y de comunión. La conversión, reclama,  también, la renuncia a todos los ídolos en los que hemos puesto nuestro corazón y confianza, para reconocer a Jesucristo como el único Señor, la única Roca sobre la que merece la pena poner los cimientos de nuestra existencia: «Porque si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios los resucitó, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justicia, y por la profesión de  los labios, a la salvación» (Rom 10, 9-10). La conversión, requiere que dejemos al Espíritu trabajar nuestra alma y nos dejemos llevar, conducir, guiar por Él: «Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; más los que viven según el espíritu, lo espiritual. Más vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el espíritu de Cristo, no le pertenece; más si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros» (Rom 8, 5-11).

El segundo fruto que brota del corazón habitado por el Espíritu es el Amor que como un fuego abrasador prende la llama del celo por anunciar el Evangelio, por anunciar el Amor de los Amores a todos los hombres. El Papa Francisco en el Mensaje de la Cuaresma de este año nos recuerda que “la Cuaresma es un signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.

El campanario: El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2019 en 30 frases

(15) Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una «nueva creación»: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, la comenzado lo nuevo» (2 Co 5, 17).

 (16) En efecto, manifestándose, también la creación puede celebrar la Pascua: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21, 1).

 (17) Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.

(18) Esta impaciencia, esta expectación de la creación, encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir, cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el trabajo que supone la conversión.

 (19) Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8, 21).

(20) La Cuaresma es un signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.

(21) Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de devorarlo todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón.

(22) Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia.

(23) Dar limosna  para salir de la necesidad de vivir y de acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece.

(24) Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir, a amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero y encontrar en este amor la verdadera felicidad.

(25) La Cuaresma del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín                                                                                                                 de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1, 12-13; Is 51, 3).

(26) Que nuestra Cuaresma suponga recorrer este mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que se «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8, 21).

(27) No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable.

(28)  Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión.

(29) Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagamos prójimos a nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales.

(30) Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.

La Cuaresma en nuestra parroquia

  • ORACIÓN COMUNITARIA DE LAUDES: A partir del lunes, día 11, comenzaremos cada jornada, rezando juntos, en el CATECUMENIUM (sala azul), la oración litúrgica, oficial de la Iglesia, las LAUDES a las 6, 30h de la mañana.
  • + TALLER DE MAYORES: Con Doña Noemí Juárez tendremos un Taller de Manualidades.
  • + VIACRUCIS: Todos los viernes de Cuaresma a las 12h meditaremos el via-crucis en la Iglesia.
  • + ORACIÓN, AYUNO Y LIMOSNA: Son las tres armas con las que la Iglesia invita a los bautizados a dar muerte al hombre viejo, al hombre del pecado, para vivir en gracia, con Dios
  • + INICIACIÓN A LA ORACIÓN: Durante este tiempo cuaresmal, los hermanos de la 4ª Comunidad Neocatecumenal están siendo iniciados a la oración litúrgica y personal, incluso nocturna, que culmina con las catequesis de los Evangelios sobre la oración y con la entrega del libro de la Liturgia de las Horas. A partir de este momento, comienzan el día con la oración individual de Laudes.

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