Nace un nuevo servicio parroquial: los visitadores pastorales a las residencias

El nuevo Curso Pastoral 2018-2019 lo hemos comenzado, animados por el Espíritu Santo, poniendo en marcha una iniciativa parroquial que veníamos gestando durante estos últimos años y que viene a responder a una demanda de acompañamiento espiritual a todos aquellos fieles que han estado ligados a la Parroquia de alma, vida y corazón y que por diversos motivos (salud, soledad, dependencia, viudedad, etc.,) se ven obligados a dejar sus casas y son llevados a vivir los últimos años de su vida en una Residencia. En estos cinco últimos años, más de treinta personas se han visto obligadas a dejar su comunidad cristiana de referencia que es la Parroquia para iniciar una nueva travesía existencial en otros escenarios donde acoplarse a  nuevas situaciones que no son fáciles para ninguno de ellos.

Urgidos por el deseo de «visitar» a nuestros hermanos ancianos, que han sido llevados a vivir en las diásporas existenciales y familiares que son hoy las residencias, hemos encontrado en el texto del evangelista Lucas 1, 39-45, que narra la «visita y posterior compañía» de la Virgen María con su prima Isabel, la inspiración y el modelo para realizar esta nueva misión pastoral. En efecto, como nos ha recordado el Papa Francisco, «hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (cf. Evangelii gaudium, 288).

La misión de este Equipo pastoral de visitadores a las residencias es muy sencillo, consiste en llevar, como María, la presencia y el consuelo de Jesús a los ancianos; Él no los abandona a su suerte final ni se olvida de los descartados por una sociedad que invisibiliza a los que ya no son productivos. Jesús mira con ternura y acompaña con amor a aquellos que son sus preferidos, los nuevos pobres que son los ancianos hoy,  a los que esta sociedad posterga a la soledad y reclusión en edificios preparados más para esperar la muerte que para despedirse de la vida aportando y dejándonos como legado y patrimonio sapiencial y espiritual el gran tesoro que han acumulado a lo largo de su peregrinación en la tierra: su sabiduría y consejo. Es en la hora de la ancianidad cuando somos examinados en el amor, todo lo que hagamos o dejemos de hacer con nuestros mayores se nos tendrá en cuenta en la hora del examen final: «Estuve solo y me visitaste; estuve enfermo y me atendiste». Con la ancianidad y, más cuando a esta la acompaña la enfermedad, entramos en el tiempo de la dependencia, es entonces cuando nuestros mayores reclaman todo nuestro cariño y cuidados que además de ser una obligación moral es también un mandato divino: «El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarle ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (Mc 7, 10-12)» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2218).

La visita tiene lugar todos los miércoles de forma rotativa y permanente. A partir de las 17h nos damos cita en la puerta de la Iglesia y nos dirigimos a la residencia en la que habita uno o varios feligreses de nuestra Parroquia de Cristo Rey. Una vez allí, si hay Capilla en la residencia, el encuentro lo tenemos dentro de la Capilla, si no, en una sala o en la habitación de alguno de ellos si cabemos todos (normalmente el Equipo de Visitadores lo formamos cinco personas). La «visita» transcurre en un contexto de oración, de comunicación sincera, de escucha ante las necesidades de los ancianos (en las últimas dos visitas, nos han pedido el consuelo de los sacramentos, algunos han pedido confesarse; otros nos han mostrado su preocupación espiritual por no tener Misa en la residencia), suele durar una hora y media y terminamos compartiendo unas pastas y orando por las necesidades de ellos y de todos los ancianos que conviven en la residencia.

A la luz de la experiencia, recién iniciada, estamos intuyendo y descubriendo que el acompañamiento espiritual y pastoral de nuestros mayores que están viviendo (en no pocas ocasiones en contra de su voluntad más íntima) en las residencias nos lleva a encontrarnos con una presencia sacramental muy viva de Jesús: «Estuve enfermo, y me visitasteis…» (Mt 25, 36). La situación de enfermedad va implícita en muchos casos también a la ancianidad y a la soledad que acompaña a estos hermanos y hermanas, de ahí que estos son encuentros nos acercan a Jesús crucificado y abandonado. Si hoy los hijos abandonan a sus padres cuando estos más los necesitan, si hoy la sociedad  no ha encontrado mejor solución para acompañar a los ancianos que recluirlos en espacios reservados sólo para ellos que llamamos residencias (¡muchas fuera de la ciudad!) ¡la Iglesia no los puede abandonar a su suerte! ¡nuestra comunidad parroquial no puede mirar con indiferencia este nuevo reto pastoral!

Con palabras de nuestro Papa Francisco confiamos a la Virgen de la Visitación el trabajo de este nuevo Equipo de Visitadores. A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta misión sea acogida por toda la comunidad parroquial. «Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad» (cf. EG, 287); que Nuestra Señora de la prontitud nos ayude a salir «sin demora» (Lc 1, 39) al encuentro de nuestros hermanos ancianos, ¡tantas veces solos y abandonados!, en las residencias. ¡Ellos y ellas nos esperan!

Juanjo Calles Garzón

Párroco de Cristo Rey

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