«Esta pandemia ha tocado los resortes de nuestro modo de vida de una forma provocadora» | Entrevista con don Juanjo Calles, párroco de Cristo Rey

Mientras afrontamos esta «nueva fase» de este confinamiento por el COVID-19, con la llamada «desescalada», hemos querido hablar con nuestro párroco, don Juanjo Calles, para que nos cuente su experiencia en torno a esta pandemia, su propia convalecencia y cómo se puede vivir desde la fe un acontecimiento de tal magnitud.

ALBERTO: Querido Párroco, Don Juanjo, ¿cómo se encuentra? ¡Nos preguntan en la WEB por usted y su salud!

JUANJO: ¡Bien, gracias a Dios!, Alberto. Mañana, martes día 28, estoy citado para que me hagan el segundo test y comprobar si estoy limpio del contagio del COVID19. ¡Estoy deseando incorporarme a mis tareas pastorales, muy especialmente, al servicio de la Capellanía en los Hospitales!

ALBERTO: Y, ¿cómo ha llevado esta cuarentena viviendo solo en la casa parroquial?

JUANJO: Supongo que  como la mayoría de los ciudadanos, en casa, confinado, viviendo en soledad y guardando la cuarentena debido a que fui diagnosticado el día 22 de Marzo como enfermo del COVID19 en grado leve. Tras una semana sometido a un fuerte tratamiento con las pastillas que he estado tomando, mi organismo ha ido recuperando su normalidad y al día de hoy, aparentemente, creo haber superado los efectos del contagio. Yo me encuentro, gracias a Dios, bien y puedo llevar una vida normal. Durante todo este tiempo he intentado vivir, cada día, en la voluntad de Dios apoyado en la oración, la celebración y el acompañamiento espiritual a través del teléfono y las redes social, practicando la pastoral de la oreja, de la escucha y la consolación.

ALBERTO: Usted se lanzó inmediatamente a retrasmitir la celebración de la Eucaristía a través de la plataforma digital de Facebook: ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo ha sido la acogida?

Yo jamás había pensado en estar viviendo una experiencia así. La inspiración de esta iniciativa me la propició un feligrés el primer Domingo del confinamiento doméstico (el día 15 de Marzo) al pedirme que grabara un video con una exhortación homilética para los feligreses pues, evidentemente, se habían suprimido las Misas en las parroquias y ese domingo se sentían un poco como “huérfanos”. Y fue justamente en ese instante cuando pensé: ¿y por qué no retransmito la Eucaristía vía on line para los feligreses de mi Parroquia? Inmediatamente llamé a un técnico, a Juan Luis, que entiende mucho de estos temas, le comenté la idea y me orientó en el modo de hacerlo.

ALBERTO: Durante los primeros días, he visto que también aparecía tu madre, ¿retransmitías desde tu casa?

JUANJO: En efecto, así, fue. La primera semana (del 17 al 22), compatibilicé la celebración de la Eucaristía parroquial (a las 20h) y la Eucaristía doméstica televisada que empecé a retransmitir a través del video directo que ofrece la plataforma digital de Facebook desde mi casa en la que vivo con mi madre (a las 12h), y por eso, aparece ella y también mi sobrina Sara que se vino esa semana para que estuviera con ella, porque yo tenía la sospecha de que podría quedar contagiado al ser capellán del Hospital.

ALBERTO: ¿Cuándo aparecieron los síntomas y te diagnosticaron el contagio?

JUANJO:  El Viernes 20, aparecieron los “síntomas del contagio” al perder el gusto y el olfato y, como tenía que ir el Lunes 23 al  Hospital a realizar mi servicio de Capellán, hablé con mi médico de familia (José Carlos) que me recomendó bajar al Hospital Clínico para que me diagnosticaran si estaba o no contagiado. Y así hice, el Domingo por la tarde, entré en Urgencias del Clínico y, tras las pruebas que me realizaron, a las 4 de la mañana quedé ingresado en la segunda planta con el diagnóstico de COVID19 leve. ¡Gracias a Dios y al tratamiento médico, el mismo Lunes 23 a las 21h fui dado de alta y me confiné en la casa parroquial de Cristo Rey desde la cual vengo retransmitiendo la Eucaristía diariamente, desde el día 24 de Marzo hasta el día de hoy 26 Abril a  las 19h! En el Tiempo Pascual, he incorporado también la oración de Laúdes de la mañana a las 11h.

ALBERTO: ¿Cuál fue la finalidad que motivó la decisión de las retransmisiones de la liturgia de Laudes y la Eucaristía diaria?

JUANJO: Desde un  primer momento tuve claro que la finalidad de esta iniciativa era llevar el consuelo de la Palabra de Dios y de la Presencia de Jesús en la Eucaristía al corazón de los hogares que se conectan. Ante una situación excepcional hemos recurrido a dar una respuesta excepcional. El Señor nos ha llevado a transformar la obligatoriedad de estar confinados en nuestras casas en una oportunidad para la creatividad pastoral. En este sentido, la posibilidad que nos ofrecen las plataformas digitales ha sido providencial: la globalización de la pandemia nos ha hecho comprender que estamos embarcados en una única y misma aldea global. A la globalización del dolor hemos querido responder con la globalización de la comunión, la cercanía y el consuelo. Cuando nos hemos visto obligados a cerrar las Iglesias, el Señor nos ha abierto miles y miles de pequeñas iglesias domésticas de las familias cristianas y, hemos entrado en sus casas por las ventanas de las plataformas digitales. ¡El Señor nos ha hecho caminar por las alturas del ciberespacio a través de las autopistas digitales y hemos llegado a todo el mundo!

ALBERTO: Es cierto que las plataformas digitales están siendo providenciales en estos momentos, ¿cómo valora estas autopistas de la comunicación cibernética?

¡Muy positivamente! La retransmisión de las Eucaristías domésticas hace posible la intercomunicación y comunión de las familias diseminadas de la aldea global. Es impresionante constatar cómo una Eucaristía celebrada en el salón de la casa parroquial nos conecta y pone en comunión a familias de tantos lugares de la tierra: en primer lugar de la Parroquia de Cristo Rey, pero luego se conectan de todos los puntos de la geografía española, desde Barcelona a Sevilla, desde Bilbao a Plasencia, desde Zamora a Castellón, tantas y tantas familias que nos conectan a diario y nos expresan su gratitud por poder participar presencial y espiritualmente del don de la Eucaristía, que el apóstol del ciberespacio, Carlos Acuti, llamaba “mi autopista hacia el cielo”. ¡Y no solo hogares españoles, también se conectan de países latinoamericanos (México, Perú, Honduras, Costa Rica, Brasil, Venezuela, Salvador…) y europeos (Alemania, Francia, Italia, Austria, Portugal, Noruega, etc.,)!

ALBERTO: ¿Qué repercusión está teniendo esta iniciativa?

JUANJO: Las familias o personas solas que se conectan me hacen llegar, diariamente, su gratitud y su alegría por ser protagonistas de este evento. Los frutos espirituales  de esta forma de acompañamiento espiritual son muchos, por señalar algunos, el primero es constatar que, de hecho, es una forma de acompañamiento espiritual “on line” verdaderamente importante y necesario en este momento. Así como en el ámbito universitario, escolar y laboral, las diversas plataformas digitales han permitido a los profesores seguir impartiendo sus clases a sus alumnos y diversos sectores laborales han podidos seguir trabajando telemáticamente desde sus casas, la Iglesia, los pastores, catequistas e instituciones eclesiales como Caritas, Manos Unidas, etc., hemos continuado nuestra misión pastoral a través de esta nueva modalidad de comunicación como es el acompañamiento pastoral, litúrgico-eucarístico, catequético y espiritual on line; pero además los Capellanes de los Hospitales han seguido acompañando y realizando su ministerio junto a los a los enfermos y los Capellanes del Tanatorio y han estado acompañando a los familiares de los fallecidos por coronavirus en el cementerio, en situaciones muy dolorosas; también, desde la WEB diocesana se ha venido acompañando con diversas iniciativas para estar cerca del Pueblo de Dios.

En segundo lugar, hemos podido constatar que cuando la situación decretada por el Estado de Alarma, preventivamente, nos ha obligado a cerrar nuestras Parroquias, el Señor nos ha abierto las casas de nuestros feligreses transformándolas en verdaderas iglesias domésticas y hemos podido estar, diariamente, en contacto con ellos. ¿Cómo hubiéramos vivido este drama personal, familiar y social, sin la ayuda de las redes sociales? Yo doy gracias a Dios, cada día, por poner a nuestro alcance las múltiples posibilidades que nos ofrecen las redes sociales y que nos están permitiendo, en estos momentos tan dolorosos, estar conectados e intercomunicados.

Una tercera constatación, ha sido percibir como las familias, confinadas en sus casas, viven, vivimos esta experiencia en clave pascual, por una parte nos hace experimentar el dolor de la separación, pero por otra, nos permite sentirnos consolados con la Presencia de Jesús que nos habla con su Palabra y nos Visita con su Presencia Real a través de la celebración de la Misa, viviendo una experiencia de comunión espiritual real.

ALBERTO: ¡Es cierto, las familias están muy agradecidas!, ¿nos puede contar alguna florecilla?

JUANJO: Son muchas las manifestaciones de gratitud y agradecimiento que me hacen llegar, cada día, nuestros feligreses internautas por poder vivir la Eucaristía on line. Las palabras que más se repiten son: consuelo, cercanía, alegría de escuchar la Palabra de Dios, orar juntos en familia. Y, sobre todo, la experiencia de orar como pueblo sacerdotal por todos los fallecidos a causa del coronavirus (¡Todos los días, me llaman de tantas partes de la geografía española y de otros continentes para pedir oraciones por sus difuntos!). ¡Podría contarte muchas, Alberto!, pero te cuento las dos últimas que me ha pasado hace unos días: ¡el martes, a las 22 horas, suena el interfono de la casa parroquial! Contesto y una persona me dice que me trae un ramo de flores para que las ponga en la mesa de la Eucaristía; ¡yo no la conocía! Me dijo textualmente: ¡Estamos muy agradecidos por poder celebrar todos los días la Eucaristía con usted! Y, además, me entregó un sobre con dinero…¡me quedé gratamente sorprendido! La segunda, hace unos días me enviaron un mensaje lleno de gratitud y cariño unos militares de la UME de Sevilla, que ven la Eucaristía cada día y me felicitaban por tener esta oportunidad de poder rezar juntos.

ALBERTO: Juanjo, según tú ¿De qué modo la fe nos está ayudando a vivir esta dramática y trágica pandemia del coronavirus?

JUANJO: La fe se comprueba en la prueba y estamos, sin duda alguna, viviendo una prueba muy fuerte que nos interpela a todos y a los cristianos también. La fe, en estos momentos es una luz que nos sostiene y fortalece en medio de la tempestad que está suponiendo la pandemia del coronavirus. En la iluminadora meditación del Papa Francisco en la entrada de la Basílica de San Pedro del día 17 de Marzo, él nos confirmaba en la importancia y necesidad de la fe para este momento al decir que “el comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.

El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza”.

 Sí, sin lugar a dudas, la fe en el Dios de la Vida, en Jesús Resucitado y en el Espíritu Consolador, nos mantiene en pie y con esperanza

ALBERTO: Sin lugar dudas, esta Semana Santa ha sido única y, esperemos que ¡irrepetible! ¿Cómo has vivido el Triduo Pascual?

JUANJO: Así ha sido, Alberto. ¡Nadie, ninguno de nosotros podía haber proyectado vivir una Semana Santa como la que hemos vivido! Estoy convencido que ha sido una Pascua única, irrepetible, providencial e inolvidable. Como en la primera Pascua de Egipto donde Dios pasó salvando y liberando a su pueblo que estaba confinado en las casas hebreas esperando su “paso-pascua”, también este año hemos vivido un experiencia pascual en familia, doméstica, con expectación. La mayor parte de los fieles la han podido vivir siguiendo las retransmisiones de la Televisión, Trece y otras cadenas. También, muchos, la han podido celebrar conectados a diversas plataformas digitales como Facebook, Zoom y otras; y también, muchos la han vivido, me consta, como auténticas iglesias domésticas donde el padre ha ejercido su ministerio sacerdotal propio del bautismo.

Yo, personalmente la he vivido con dolor, pasión, emoción y gozo, unido a todos los internautas que han seguido un programa de Semana Santa inaudito para ellos porque han celebrado y orado la liturgia santa de estos días viviendo experiencias que nunca habían vivido hasta hora: celebrar diariamente la Eucaristía, celebrar Laudes por la mañana, vivir la Vigilia Pascual en su integridad con sus cuatro partes (Lucernario, Liturgia de la Palabra con sus nueve lecturas, Liturgia bautismal y Liturgia eucarística), ¡una celebración de dos horas pegados al televisor o a la pantalla de su móvil… ¡inolvidable! Los ecos que me han hecho llegar son verdaderas “florecillas pascuales” (el adorno de sus casas, vestidos de fiesta, con una cena post-vigilia llena de alegría y cantos, las mesas de las casas adornadas… ¡una explosión de alegría pascual que nunca habían vivido así! ¡Ha sido una experiencia de encuentro con Jesús Resucitado en un contexto de mucho sufrimiento, dolor y angustia! La garantía de la Resurrección nos ha consolado y alegrado el corazón

ALBERTO: ¿Cómo crees que va a afectar esta crisis sanitaria, social, laboral y económica a nuestra sociedad?

JUANJO: Estoy convencido que el acontecimiento de esta pandemia ha tocado los resortes de nuestro modo de vida de una forma provocadora, ¡nada volverá a ser como antes! Todos tendremos que hacer una reflexión profunda de lo que ha significado a nivel, personal, familiar, laboral, social esta pandemia. Habrá que hacer una reflexión ética, política y social de lo que ha supuesto, supone y va suponer el paso por nuestras vida de la pandemia del coronavirus. Los cristianos estamos también urgidos a hacer una lectura creyente de la realidad y preguntarnos qué nos ha querido decir Dios con este magno y dramático acontecimiento. De alguna forma, el Papa Francisco respondía a esta pregunta en su Meditación del 17 de Marzo: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

         ¡Así ha sido! ¡Nuestro estado del bienestar ha caído como un castillo de naipes, estaba fundamentado en presupuestos antropológicos e ideológicos con pies de barro y ha bastado un virus letal como el COVID 19 para poner todo patas arriba! Va a costar mucha imaginación y una gran dosis de creatividad y generosidad política como empresarial, así como  caridad social, por parte de los creyentes, para levantar este país. La Iglesia, hoy más que nunca, está llamada a ser un verdadero hospital de campaña y casa del pan compartido para sanar tantos corazones desgarrados por la pérdida de familiares y amigos y la mano tendida y la cartera abierta para paliar las necesidades de muchos de nuestros parientes, amigos y conocidos que han perdido sus puestos de trabajo o han tenido que cerrar sus negocios.

ALBERTO: ¿Cómo valoras la actuación de la Iglesia  ante esta crisis sanitaria y social?

JUANJO: La Iglesia también está padeciendo y sufriendo las consecuencias de esta dramática y trágica pandemia y ha tenido que ir ajustando sus respuestas pastorales a luz de los criterios sanitarios y de las medidas políticas que cada gobierno ha considerado oportunas establecer en sus países. La voz del Pastor supremo de la Iglesia, el Papa Francisco ha sido, ¡la única a nivel mundial! Que ha dado esperanza y luz a la humanidad sumida en esta imprevista noche pandémica que como una “tempestad imprevista” se ha levantado y nos ha sorprendido a todos.

A nivel más local, hemos intentado responder del modo más adecuado a las necesidades pastorales que se nos han ido presentando. Por poner un ejemplo, antes de esta pandemia, en alguna autonomía de nuestro país se estaba planteando la posibilidad de suprimir las capellanías de los hospitales. Pues bien, si algo ha puesto de manifiesto esta crisis es la misión samaritana que la Iglesia ejerce estando a lado de los más vulnerables, los enfermos, aportándoles cercanía humana, el consuelo de los sacramentos y el acompañamiento espiritual, ¡en este momento tan doloroso! No solo a los enfermos y pacientes sino también a todo el personal sanitario.

Por otra parte, la institución eclesial de Caritas ha estado en primera línea de atención a los descartados del sistema de los que nadie se ocupa. ¡Gracias a su diligencia y buen hacer tantas familias han podido pagar los recibos de la luz, el alquiler del piso o hacer la compra de la semana!

Desde el comienzo del confinamiento doméstico al que nos hemos visto obligados por el Decreto de Alarma Social del 14 de Marzo, la preocupación de los agentes de pastoral social de nuestras parroquias ha sido ver el modo de estar cercanos a los más vulnerables de nuestra comunidades: los mayores que viven solos  o están en las residencias, los ancianos, los enfermos, los inmigrantes que se han quedado sin trabajo, las familias que han vivido el zarpado de la pérdida de alguno de sus miembros, el dolor inmenso por no poderlos despedir como ellos hubieran querido, etc. ¡Cuántas horas al teléfono nos hemos pasado los sacerdotes y agentes de pastoral ejerciendo un verdadero ministerio de escucha, consolación y aliento! Me consta que en todas las parroquias se ha venido  desarrollando, de forma silenciosa y sin hacer ruido, la pastoral del oído y la cercanía a los más vulnerables de nuestras comunidades

Por otra parte, desde las Caritas parroquiales, con la ayuda de las coordinadoras de Caritas Diocesana, hemos activado a través de los voluntarios/as un servicio de atención personalizado a las personas mayores que viven solas. Cada voluntario/a se ha encargado de llamar por teléfono a dos o tres ancianas y hacerles el seguimiento y dar respuesta a sus eventuales necesidades (hacer la compra, ir a buscar alguna medicina a la farmacia, etc.,). También, desde los Equipos de Visitadoras de Residencias, como es nuestro caso, hemos procedido del mismo modo, cada visitadora se ha encargado de llamar cada dos días a los 20 feligreses que están viviendo en 18 de las Residencias de la ciudad y de los pueblos (¡cuatro de los cuales han muerto como consecuencia del contagio!) para interesarse por su salud y dialogar con ellos/as durante unos minutos. Hemos cambiado la visita presencial de cada miércoles por la llama telefónica cada dos días.

ALBERTO: Y ¿a nivel pastoral? ¿Cómo valoras el papel que la Iglesia está realizando?

JUANJO: La irrupción de este tifón vírico nos ha pillado a todos desprevenidos, también a la Iglesia. Tengo muy presente, durante estos días, la imagen del hundimiento del Titanic: todos estaban dentro del barco muy felices, nada hacía presagiar el drama que iban a vivir durante la travesía del mar, pero bastó un bloque de iceberg flotante para que golpeando la flotadura del soberbio barco abriera un boquete mortal a aquella estructura que parecía indestructible, de hecho el ingeniero del Titanic durante la ceremonia de la bendición del barco había pronunciado con orgullo aquellas palabras estremecedoras: ¡este barco no lo hunde ni Dios!El hecho fue, que la mayor parte de los pasajeros murieron ahogados y el barco, todavía se encuentra sumergido en el fondo del mar, solo unas cuantas decenas de personas consiguieron salvar sus vidas. Pues bien, algo parecido nos ha pasado a nosotros. Tras ser golpeados despiadadamente por las zarpas de este virus contagioso y mortal, hemos quedado aturdidos, abrumados y angustiados por no saber a qué nos enfrentamos. La declaración del Estado de alarma nos ha dejado, también a todos nosotros ¡desarmados!: sin poder salir, ni desplazarnos a nuestros lugares de trabajo, sin poder visitar a nuestros familiares y amigos, sin poder ir a nuestras parroquias a celebrar los sacramentos…¿Qué hacer en una situación así? Pues bien, la Iglesia ha ido acompañando este tiempo con la palabras consoladoras del Papa Francisco y, también de ¡tantos pastores –obispos, párrocos religiosos/as y fieles laicos!

La Iglesia, como nos ha recordado el Concilio Vaticano II, debe hacer propios «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (cf. Gaudium et spes, 1).

A la luz de este texto conciliar, percibimos la importancia que tiene, en estos momentos, en los que estamos amenazados por el poder homicida del COVID-19, la palabra de consolación, exhortación y animación de los pastores a las comunidades a nosotros confiadas. ¿Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para estar cerca del rebaño comprado a precio de su sangre por Nuestro Señor Jesucristo? Esta tempestad o tifón vírico que está sembrando nuestras ciudades de enfermos contagiados y de fallecidos a millares, ¿nos ha encontrado a los pastores vigilantes para cuidarles, sostenerles y animarles con el consuelo de la fe y la fortaleza de los sacramentos? El Papa Francisco, nos ha recordado, en reiteradas ocasiones, que quiere que los sacerdotes seamos pastores con olor a oveja que se “meten con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achican distancias, se abajan hasta la humillación si es necesario, y asumen la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así olor a oveja y estas escuchan su voz” (cf. EG, 24). Cabe, en esta hora, que nos hagamos en alto, los pastores y todos los cristianos, la siguiente pregunta: ¿hemos estado a la altura de las circunstancias en esta dramática prueba en la que estamos inmersos? ¿La humanidad, la sociedad, nuestras comunidades han tenido la oportunidad de escuchar la voz de sus pastores?

En efecto, en esta “noche oscura” que nos envuelve a causa de la pandemia del coronavirus, la Iglesia, los pastores y todos los cristianos, estamos llamados y urgidos a dar un testimonio luminoso de fe, esperanza y caridad. Y hemos de hacerlo con la vida y con la palabra, con el testimonio y con la oración, con la presencia y la colaboración. La Iglesia que nace de la Pascua, es una comunidad que nace de la Luz que disipa las tinieblas y vence el pecado y la muerte;  una Iglesia en salida pascual que se implanta en medio de los hombres como Hospital de campaña para acoger, sanar y curar las llagas de los contagiados del COVID-19; acompañar y orar con las familias huérfanas de seres queridos que les han sido arrebatados por este terrible tizón mortal que ha sembrado de luto nuestros hogares y de dolor contenido el corazón de tantas familias que no han podido velar con dignidad, celebrar con fe, y despedir con esperanza, a sus seres queridos fallecidos a consecuencia del contagio del coronavirus. En esta de hora de angustia y aflicción, las ovejas necesitan escuchar la voz del Pastor a través del cuidado pastoral de los siervos que el Mayoral ha puesto al frente de su rebaño: “Mis ovejas escuchan mi voz, y ya los conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10, 27-28)

ALBERTO: Para terminar Juanjo, ¿Qué dices a tus feligreses en este momento y en esta hora? 

JUANJO: La mejor palabra que puedo decir, nos la ha dicho el Señor en la solemne Vigilia Pascual: ¡No tengáis miedo, Yo estoy con vosotros! ¡Alegraos! El acontecimiento pascual, nos ha hecho experimentar que  todas las situaciones, por más desesperadas que se nos presentes, tienen salida. ¡Jesucristo ha vencido la muerte, ha salido del sepulcro y está vivo, Presente en medio de nosotros!

El momento que estamos viviendo es muy duro y, posiblemente, lo seguirá siendo. Sinceramente, pienso que estamos llamados, todos y cada uno de nosotros, a transformar esta situación de sufrimiento, de dolor y de muerte en una ocasión privilegiada para repensar quienes somos y cómo queremos vivir. El canto de Resistiré  que se ha transformado en una especie de himno ante la adversidad a la que nos enfrentamos es una invitación a “resistir juntos”, a  remar en la misma dirección, todos hemos de sentirnos protagonistas y responsables del nuevo presente que nos aguarda y del fatigoso futuro que nos espera, pero estoy convencido que lo lograremos si cada uno de nosotros aporta lo mejor de sí mismo al servicio del bien común y al bien social de todos.

En la  Meditación del Papa Francisco, a la que he hecho mención anteriormente, encontramos una respuesta a esta pregunta: “No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”.

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